Las primeras luces de un nuevo día atraviesan las rendijas de su ventana para caer lentamente en su cara y recordarle que hay que empezar, que el ciclo repetitivo de acciones que definen su existencia debe continuar.
Se levanta, da dos pasos fuera de su cama, regresa a ella. El frío de aquella mañana de invierno lo hace pensar en interrumpir su normalidad. No lo hace, se convence de que debe seguir. Se vuelve a levantar, camina despacio hacia al baño, aún no sabe dónde está o por lo menos no es consciente de ello. Abre la llave de la regadera, por error hace correr el agua fría y en su espalda siente el llamado a conciencia que necesitaba. Abre la llave de agua caliente, se baña y regresa a su habitación. Abre los cuatro cajones donde guarda todo, en uno los abrigos, en otro las camisas -todas iguales-, en otro la ropa interior y las medias y en el último los pantalones, toma una prenda en cada uno de ellos; daba igual cual de todas tomara, había diseñado su vestuario para que siempre fuera de acuerdo a su trabajo.
Prepara un café mientras las tostadas están listas. Se sienta, toma su café acompañado con las tostadas recién hechas. Cepilla sus dientes, lava su cara de nuevo, se seca, toma las llaves, cierra la puerta, se sube a su automóvil. Maneja a su trabajo, entra en la empresa, se acomoda en el parqueadero, sube el ascensor, saluda a la recepcionista, sigue caminado, llega a su cubículo, la persona que le gusta lo saluda, su corazón se acelera, baja la mirada, enciende la computadora e inicia su rutina.
Juan Pájaro Velásquez
PD. Si bien no he podido cumplir con la publicación diaria que esperaba, seguiré intentándolo; en algún momento lograré llegar a hacerlo.
Se levanta, da dos pasos fuera de su cama, regresa a ella. El frío de aquella mañana de invierno lo hace pensar en interrumpir su normalidad. No lo hace, se convence de que debe seguir. Se vuelve a levantar, camina despacio hacia al baño, aún no sabe dónde está o por lo menos no es consciente de ello. Abre la llave de la regadera, por error hace correr el agua fría y en su espalda siente el llamado a conciencia que necesitaba. Abre la llave de agua caliente, se baña y regresa a su habitación. Abre los cuatro cajones donde guarda todo, en uno los abrigos, en otro las camisas -todas iguales-, en otro la ropa interior y las medias y en el último los pantalones, toma una prenda en cada uno de ellos; daba igual cual de todas tomara, había diseñado su vestuario para que siempre fuera de acuerdo a su trabajo.
Prepara un café mientras las tostadas están listas. Se sienta, toma su café acompañado con las tostadas recién hechas. Cepilla sus dientes, lava su cara de nuevo, se seca, toma las llaves, cierra la puerta, se sube a su automóvil. Maneja a su trabajo, entra en la empresa, se acomoda en el parqueadero, sube el ascensor, saluda a la recepcionista, sigue caminado, llega a su cubículo, la persona que le gusta lo saluda, su corazón se acelera, baja la mirada, enciende la computadora e inicia su rutina.
Juan Pájaro Velásquez
PD. Si bien no he podido cumplir con la publicación diaria que esperaba, seguiré intentándolo; en algún momento lograré llegar a hacerlo.
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