Parada en un rincón con una copa de vino en la mano mira como aquel joven que hace tan solo un mes había llegado a la empresa sin saber muy bien cómo utilizar la fotocopiadora, ahora obtenía el puesto que ella siempre había deseado y para el que estaba demostrado era competente. Su único problema, como se lo hicieron saber más de una vez, era ser mujer en un terreno dominado por hombres.
Esto ella no lo entendía, pues aquellos hombres que decían ser los defensores de los olvidados y desplazados por la sociedad, claramente no velaban por tratarla como una igual; sentía que la habían convertido en uno más de sus ya numerosos casos y esto no parecía molestarles.
De pronto su mano empezó a temblar rompiendo la copa que tenía en la mano, sin sentir el dolor que le producían los pequeños cristales incrustados en su palma, empuñó la pequeña parte restante de esta y con una determinación que transformó sus ojos cafés en dos puntos negros, se acercó a aquel joven y frente a todos desplazó rápidamente el trozo de copa sobre la yugular y luego hundiendo con placer vio como el intenso rojo de la sangre de él se fundía con la que había en su mano.
Suspiró cuando él dejo de producir sonidos, miró al cielo y luego vio sus manos otra vez, sabía que esa no era la manera; pero el placer de haber demostrado que no era débil y que si estaba hecha para ese mundo de hombres la hicieron sonreír y celebrar con la sangre de sus manos su victoria.
Alice Bird
Esto ella no lo entendía, pues aquellos hombres que decían ser los defensores de los olvidados y desplazados por la sociedad, claramente no velaban por tratarla como una igual; sentía que la habían convertido en uno más de sus ya numerosos casos y esto no parecía molestarles.
De pronto su mano empezó a temblar rompiendo la copa que tenía en la mano, sin sentir el dolor que le producían los pequeños cristales incrustados en su palma, empuñó la pequeña parte restante de esta y con una determinación que transformó sus ojos cafés en dos puntos negros, se acercó a aquel joven y frente a todos desplazó rápidamente el trozo de copa sobre la yugular y luego hundiendo con placer vio como el intenso rojo de la sangre de él se fundía con la que había en su mano.
Suspiró cuando él dejo de producir sonidos, miró al cielo y luego vio sus manos otra vez, sabía que esa no era la manera; pero el placer de haber demostrado que no era débil y que si estaba hecha para ese mundo de hombres la hicieron sonreír y celebrar con la sangre de sus manos su victoria.
Alice Bird

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