Marzo de 2018
- El día ha sido largo, la llegada a la estación parece ser un descanso. Tengo el presentimiento de que lo está por venir será una prueba a mi paciencia y a mi capacidad de sobrevivir sin tecnologías que me mantengan como un nodo de constante conexión y generador de datos mientras estoy en movimiento.
- El abordaje es sencillo, la fila es ágil, las caras parecen preparadas para lo que viene, yo no lo estoy. La amabilidad de la tripulación no se siente fingida, como tantas veces ocurre como producto de ese acento italianizado del español que tienen quiénes habitan esta zona de Sudamérica.
- El celular pierde el resto de carga que le queda, el tren comienza su movimiento, la voz anunciante contesta como si hubiera preguntado en voz alta lo que acaba de musitar en mis pensamientos “recuerden que si desean recargar cualquier dispositivo electrónico en alguno de los espacios dispuestos en el tren mantenerse junto a estos, ni la tripulación, ni la empresa se hacen responsables por pérdidas o daños en los equipos en caso de que esto ocurriese”. No me levanto de mi asiento, prefiero estar junto a mi libreta y continuar anotando mis impresiones.
- Ha pasado casi una hora de viaje, aún faltan 5 y algo más, no recuerdo la hora de llegada, ni quiero pensar en ello para no sentirme más ansioso por saber que es lo que pasa en el resto del mundo mientras estoy confinado al espacio y movimiento de una máquina que rueda sobre rieles.
- Veo a través de las ventanas, pienso “le dieron la espalda al tren”.
- Zárate no tiene estación. Es solo un andén cubierto con tablas algo desgastadas que dejan ver no solo el paso del tiempo sino también la fuerza natural que lo acompaña.
- Las piedras no paran de llover por momentos y las ventanas guardan con orgullo las heridas de cada viaje.
- Siempre hay polvo, todo es polvo.
- Un norteamericano tras su crítica mordaz a la Argentina me sonríe de manera cómplice al descubrir que no solo su pequeño enjambre puede entenderlo.
- Los jubilados y la joven prodigio hablan entre ellos. No se cansan de mencionar situaciones, vaivenes y avatares de la Argentina, de aconsejar, pero sobretodo rememorar la vida en el pueblo, ese que en la ciudad aún habitan a través de las historias y personajes que nunca dejaron ir y que siempre reaparecen cuando alguien cercano a esa red social del pasado se asoma como fantasma y se materializa en esas palabras y sonrisas de su lugar común.
- Hay verde por todos lados, es un paisaje chato, cíclico que divide y une. Las vías parecen límites en cada espacio urbano que transitan. A veces de un lado asentamientos precarios y del otro barrios clase medieros, otras veces son solo asentamientos y la nada o un bosque o un cultivo; o asentamientos y barrios privados perfectamente vallados; o asentamientos y asentamientos. Siempre ellos, funcionando como borde, como límite, como margen.
- Veo varios animales, muchos, pero solo me sorprendo por la aparición en una llanura en medio del verano de algo muy parecido a unas ovejas, si es que no lo eran.
- A veces todo parece uno de esos cuadros viejos del periodo realista, romántico o impresionista o de esos de las gestas de guerra que caracterizaron a nuestro período de independencia. Es que hay demasiado verde y todo se ve tan tranquilo.
- Las sombras sobre los asientos producen el efecto de cuerpos danzantes que no quieren parar mientras se deleitan con los ritmos que generan los sonidos y las luces que los acompañan.
- Él sonríe de nuevo, está sentado ahora delante de mi; pero mi típico “drama de reina” no me deja decir una palabra incluso queriendo hacerlo, incluso sabiendo que me gusta él.
- En San Pedro hay una estación moderna, limpia, de este lugar son los jubilados y la joven prodigio, parece que el tren es todavía parte de su historia, de sus vidas.
- En una sola imagen estaba todo. El doble espejo y la excesiva iluminación hacían de lo externo interno y en una traspalación de reflejos la luna, especialmente amarilla, llena y gigante, era ahora una pasajera más.
- El limite en Ramallo parece ser una excepción, parece sacado de un plano perfecto de un barrio de clase media que casualmente es divido por una vía de tren. ¿por qué es así? Que tiene este nodo del viaje que produce esta particularidad. Su estación es vieja, pequeña, pero renovada evoca por momentos a un pueblo en el que el tren estuvo, está y estará.
- El gigante rubio habla con los niños pequeños en un español que apenas puede pronunciar con cierta soltura. Parece que los niños son lo que son no importa dónde estén y Latinoamérica no es tan diferente como pensamos no importa si la gente de un país es un poco más blanca y europea que el resto.
- La estación de San Nicolás se debate entre un recuerdo y el presente. El polvo, el verde son su compañía y al igual que las ventanas del tren, las suyas guardan las heridas de sus habitantes.
- El tren se detiene ante su realidad. Un piquete en medio de sus vías ocurre en Rosario. En Uriburu, en zona sur se escucha un reclamo social, seguridad.
- Los discursos aparecen y de repente para muchos el tren puede ser un arma.
- Siempre necesitamos historias que contar, dar sentido a la incerteza y por eso ante la información, los indicios son el mejor disparador de consuelo y un gran abrigo para la esperanza, al menos eso era lo que escondían todas las suposiciones circulando por los pasillos y vagones.
- No paran las historias y es que solo nos queda hablar y pretender que nuestro relato es tan grande y épico que merece ser contado.
- Es un viaje demasiado largo mas la desconexión que produce te recuerda un poco quien sos y en los tiempo que vivís. El tren se mueve, ha pasado una hora.
- La llegada ha sido traumática, las caras se debaten entre el cansancio y la molestia, el viaje no llego a destino y en la estación Rosario Sur vemos como a estos nuevos ferrocarriles argentinos les falta demasiado para estar a la par de su competidor inmediato, los colectivos, no solo en tiempo, sino también en comodidad.
- El piquete no es levantado, la realidad gana y el tren retrasado deja a unos pasajeros y una tripulación sin capacidad de operación ante la falta de herramientas que permitieran solucionar situaciones como esta. Todos descontentos, cansados, amargados, molestos con solo una cosa en la cabeza llegar a ese destino para el que vinieron preparados para arribar.
- Nadie soluciona nada, la tripulación desaparece y los pasajeros también después de minutos en los que su incomodidad es evidente. Todo termina y la camaradería antes compartida por estar en incertidumbre se diluye a medida de los autos, taxis y colectivos, y nosotros sus nuevos pasajeros, se pierden en el horizonte.
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